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Controlemos el peso

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I

Controlemos el peso

Hoy en día, un tercio de los niños y más de la mitad de los adultos de la Unión Europea tienen sobrepeso, cifra que en los últimos 20 años se ha triplicado. Pero no solamente preocupa esta tendencia a la obesidad, también el aumento de otro tipo de enfermedades ligadas a factores ambientales (entre los que se incluye la alimentación), como la diabetes, el síndrome metabólico, la hipertensión, la hipercolesterolemia, enfermedades cardiovasculares, trastornos de la conducta alimentaria, depresión y ansiedad e incluso ciertos tipos de cáncer se relacionan con una alimentación desequilibrada.
Una alimentación correcta, variada, completa y una dieta sana y equilibrada, permitirá que nuestro organismo funcione con normalidad, previniendo y reduciendo el riesgo de padecer un gran número de enfermedades.
Las alteraciones en la composición corporal de las personas con discapacidad intelectual y la falta de actividad física también contribuyen a que éstas padezcan obesidad, aumentando la incidencia de enfermedades cardiovasculares y diabetes, incrementando su nivel de dependencia y empeorando en algunas ocasiones su calidad de vida.
Los niños con síndrome de Down, por ejemplo, son dos veces más propensos a tener obesidad, motivada por la disminución del índice metabólico y una mayor incidencia de hipotiroidismo.
Los niños con trastornos del espectro autista (TEA) o retrasos en el desarrollo también tienen más riesgo de padecer obesidad infantil. Algunos factores comunes en niños con TEA podrían desempeñar un papel muy importante, como los trastornos endocrinos y genéticos, síntomas gastrointestinales, efectos secundarios de la medicación, problemas del sueño y rigidez respecto a las opciones de comida.
Es evidente que es esencial controlar el aumento excesivo de peso en esta población a una edad temprana y que se deben ampliar los esfuerzos de prevención en control de peso y en la instauración de unos hábitos saludables para las personas con trastornos del neurodesarrollo y también para sus familias.
Numerosos estudios constatan también la eficacia del ejercicio en personas con discapacidad intelectual, logrando reducir la obesidad como factor de riesgo cardiovascular.

Objetivo del programa

Conocer la función que cumple el estrés en el organismo y los efectos fisiológicos que provoca en el mismo. Ofrecer a las familias la adquisición de algunas herramientas para poder manejar y gestionar el estrés con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas con trastornos del neurodesarrollo y también en sus familiares más cercanos. Fomentar el vínculo familia-escuela ya que es esencial para la mejora de la calidad de vida y bienestar familiar.
El programa tendrá una metodología formativa, pero también participativa, para reflexionar, solucionar conflictos y ofrecer otras alternativas para la solución de problemas. Se desarrollarán técnicas de relajación (para reducir los niveles de activación fisiológica), de reestructuración cognitiva (identificando y modificando los pensamientos negativos distorsionados) y entrenamiento en resolución de problemas.

Objetivo del programa

Hoy en día, un tercio de los niños y más de la mitad de los adultos de la Unión Europea tienen sobrepeso, cifra que en los últimos 20 años se ha triplicado. Pero no solamente preocupa esta tendencia a la obesidad, también el aumento de otro tipo de enfermedades ligadas a factores ambientales (entre los que se incluye la alimentación), como la diabetes, el síndrome metabólico, la hipertensión, la hipercolesterolemia, enfermedades cardiovasculares, trastornos de la conducta alimentaria, depresión y ansiedad e incluso ciertos tipos de cáncer se relacionan con una alimentación desequilibrada.
Una alimentación correcta, variada, completa y una dieta sana y equilibrada, permitirá que nuestro organismo funcione con normalidad, previniendo y reduciendo el riesgo de padecer un gran número de enfermedades.
Las alteraciones en la composición corporal de las personas con discapacidad intelectual y la falta de actividad física también contribuyen a que éstas padezcan obesidad, aumentando la incidencia de enfermedades cardiovasculares y diabetes, incrementando su nivel de dependencia y empeorando en algunas ocasiones su calidad de vida.
Los niños con síndrome de Down, por ejemplo, son dos veces más propensos a tener obesidad, motivada por la disminución del índice metabólico y una mayor incidencia de hipotiroidismo.
Los niños con trastornos del espectro autista (TEA) o retrasos en el desarrollo también tienen más riesgo de padecer obesidad infantil. Algunos factores comunes en niños con TEA podrían desempeñar un papel muy importante, como los trastornos endocrinos y genéticos, síntomas gastrointestinales, efectos secundarios de la medicación, problemas del sueño y rigidez respecto a las opciones de comida.
Es evidente que es esencial controlar el aumento excesivo de peso en esta población a una edad temprana y que se deben ampliar los esfuerzos de prevención en control de peso y en la instauración de unos hábitos saludables para las personas con trastornos del neurodesarrollo y también para sus familias.
Numerosos estudios constatan también la eficacia del ejercicio en personas con discapacidad intelectual, logrando reducir la obesidad como factor de riesgo cardiovascular.

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