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I

Mindfulness

El mindfulness apareció en el ámbito de la psicología en los años 80, con el trabajo de Jon Kabat-Zinn, creador de la Terapia de Reducción del Estrés (Mindfulness-based Stress Reduction Program, MBSR). Aunque en un principio comenzó a aplicarse en el contexto clínico, actualmente se ha extendido a la psicología y la educación.

El objetivo fundamental del Mindfulness es poder dotarnos de un método para aprender a gestionar las emociones, reacciones, actitudes y pensamientos para poder afrontar las situaciones que nos presenta la vida, mediante la práctica y perfeccionamiento de la conciencia plena. Así, podremos ser capaces de descubrir que a través del desarrollo de la atención plena, en el instante presente desarrollamos ciertas actitudes positivas en relación a nuestro estado mental y emociones, llegando a controlarlos desde la libertad, el conocimiento en uno mismo y la aceptación.

«Es posible que haya cosas que no podemos cambiar, como el dolor, la enfermedad o una circunstancia difícil, pero al menos podemos darnos cuenta de cómo reaccionamos o respondemos a todo lo que nos ocurre, y desarrollar estrategias para cambiar la relación que tenemos con nuestras circunstancias»

El Mindfulness se practica de dos maneras:
Práctica formal, a través de la meditación o “plena conciencia”. A través de ella se pretende cambiar la relación que las personas mantienen con las actividades diarias. Se les dirige al momento presente para mejorar sus respuestas en el medio, y favorecer una regulación emocional y conductual. Desde las distintas técnicas de meditación se proponen enfoques también diversos: unas trabajan de forma exclusiva la concentración, mientras que otras se centran en la conciencia plena y la autoaceptación.

Práctica informal, llevando la atención al presente en actividades diarias. Basta con dirigir la atención a lo que estamos haciendo, para ejecutarlo con plena conciencia.

Beneficios del Mindfulness en personas con discapacidad intelectual

La práctica del Mindfulness en personas con discapacidad intelectual tiene varios beneficios relevantes como:
Incremento de las habilidades cognitivas básicas: atención, memoria y percepción.
Mejora el autoestima: ya que aprendo a no juzgar lo que siento o pienso como malo.
Aprendo a conocerme mejor, a respetarte y amarme, por tanto a respetar y amar de una manera sana a los demás.
Disminución de la ansiedad, el estado de ánimo y el estrés. La práctica del Mindfulness aporta a sus practicantes un estado de calma y serenidad, lo que sin duda afecta en su salud física y emocional. De esta manera, los niveles de cortisol descienden, provocando además que la presión arterial disminuya.
Favorece el sueño. Las personas que practican mindfulness con frecuencia, muestran un nivel bajo activación cortical por la noche, lo cual les ayuda a dormir mejor.
Aumenta la empatía y la calidad de las relaciones sociales.
Mejorar la regulación de las emociones: disminución de la agresividad y las autolesiones.

Fundamento científico del Mindfulness

Sara W. Lazar, PhD, es investigadora asociada en el Departamento de Psiquiatría del Hospital General de Massachusetts y profesora de Psicología en la Escuela de Medicina de Harvard. Sara ha dedicado gran parte de sus años a la investigación de los mecanismos neuronales que subyacen a los efectos beneficiosos del yoga y la meditación, tanto en entornos clínicos como en individuos sanos.

Después de realizar estudios de resonancia magnética estructural a personas normales antes y después de aplicar el protocolo MBSR, los resultados mostraron que, tras la práctica, la amígdala se hacía más pequeña (Hölzel et al., 2010) y su conectividad funcional con otras áreas cerebrales disminuían (Doll et al., 2016). Esta zona es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida, el mecanismo que libera hormonas del estrés y está involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite un mayor control de las funciones cerebrales superiores. Estas funciones cerebrales superiores son la corteza prefrontal (CPF), que está ligada a funciones como la conciencia, concentración y toma de decisiones. La práctica del mindfulness provoca un engrosamiento de esta zona del cerebro (Cifre y Soler, 2014), al igual que un aumento de sus conexiones con otras áreas cerebrales (Doll et al., 2016). Es decir, la práctica de mindfulness favorece respuestas más reflexivas e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.

Otras áreas que muestran un engrosamiento son el hipocampo, que es la parte del sistema límbico que controla el aprendizaje y la memoria, así como la corteza cingulada anterior, asociada a procesos de atención y autorregulación (Alonso Puig, 2017).

Beneficios del Mindfulness en personas con discapacidad intelectual

La práctica del Mindfulness en personas con discapacidad intelectual tiene varios beneficios relevantes como:
Incremento de las habilidades cognitivas básicas: atención, memoria y percepción.
Mejora el autoestima: ya que aprendo a no juzgar lo que siento o pienso como malo.
Aprendo a conocerme mejor, a respetarte y amarme, por tanto a respetar y amar de una manera sana a los demás.
Disminución de la ansiedad, el estado de ánimo y el estrés. La práctica del Mindfulness aporta a sus practicantes un estado de calma y serenidad, lo que sin duda afecta en su salud física y emocional. De esta manera, los niveles de cortisol descienden, provocando además que la presión arterial disminuya.
Favorece el sueño. Las personas que practican mindfulness con frecuencia, muestran un nivel bajo activación cortical por la noche, lo cual les ayuda a dormir mejor.
Aumenta la empatía y la calidad de las relaciones sociales.
Mejorar la regulación de las emociones: disminución de la agresividad y las autolesiones.

Fundamento científico del Mindfulness

Sara W. Lazar, PhD, es investigadora asociada en el Departamento de Psiquiatría del Hospital General de Massachusetts y profesora de Psicología en la Escuela de Medicina de Harvard. Sara ha dedicado gran parte de sus años a la investigación de los mecanismos neuronales que subyacen a los efectos beneficiosos del yoga y la meditación, tanto en entornos clínicos como en individuos sanos.

Después de realizar estudios de resonancia magnética estructural a personas normales antes y después de aplicar el protocolo MBSR, los resultados mostraron que, tras la práctica, la amígdala se hacía más pequeña (Hölzel et al., 2010) y su conectividad funcional con otras áreas cerebrales disminuían (Doll et al., 2016). Esta zona es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida, el mecanismo que libera hormonas del estrés y está involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite un mayor control de las funciones cerebrales superiores. Estas funciones cerebrales superiores son la corteza prefrontal (CPF), que está ligada a funciones como la conciencia, concentración y toma de decisiones. La práctica del mindfulness provoca un engrosamiento de esta zona del cerebro (Cifre y Soler, 2014), al igual que un aumento de sus conexiones con otras áreas cerebrales (Doll et al., 2016). Es decir, la práctica de mindfulness favorece respuestas más reflexivas e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.

Otras áreas que muestran un engrosamiento son el hipocampo, que es la parte del sistema límbico que controla el aprendizaje y la memoria, así como la corteza cingulada anterior, asociada a procesos de atención y autorregulación (Alonso Puig, 2017).

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